El 19 de mayo se conmemora el Día Mundial de las Enfermedades Inflamatorias Intestinales (EII),
un conjunto de condiciones entre las que la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn son las más frecuentes. La primera afecta al intestino grueso desde su porción más inferior, y se extiende en forma continua en longitud variable. Por otra parte, la enfermedad de Crohn puede comprender porciones del intestino delgado, colon y en algunas ocasiones otras partes del tubo digestivo, con la posibilidad de que haya zonas sanas intercaladas. Otras afecciones como las enfermedades inflamatorias no clasificables y la colitis indeterminada también forman parte de la EII, pero no cumplen los criterios para ser identificadas como una de las dos mencionadas. Si bien algunos pacientes evolucionan de modo que pueden clasificarse como una de las dos mencionadas, otros no lo hacen.
“Es fundamental que en general y, particularmente en este contexto de pandemia, los pacientes no suspendan o cambien los tratamientos sin indicación médica. Debe procurarse que el motivo para trasladarse al centro asistencial o al consultorio no sea simplemente el tema burocrático de llenar formularios, cuando en esta situación puede ser inconveniente el traslado y podríamos implementar alternativas diferentes. Además, aún en una situación normal la obligatoriedad de llenado repetitivo de formularios, que suelen exigirse manuscritos, y que no diferencian entre inicio y continuidad de un tratamiento, puede también implicar que, especialmente los pacientes carenciados, deban faltar al trabajo o afectar su plan de estudios, lo que complica su propio futuro y el de la comunidad”, indicó la Dra. Alicia Sambuelli, médica gastroenteróloga, coordinadora del Grupo de Trabajo de Enfermedades Inflamatorias Intestinales del Hospital de Gastroenterología ‘Dr. Carlos Bonorino’.
“Todo lo que favorezca discontinuaciones del tratamiento es perjudicial, ya que, con algunos medicamentos, al suspender, la persona puede generar anticuerpos hacia esta terapia y cuando lo retome desarrolle una reacción adversa como una alergia o intolerancia y luego deba abandonarlo o aumentar significativamente la dosis. Esto produce un mayor costo en la salud del paciente y en la economía del sistema. Además, el suspender un tratamiento convencional puede ser el puente a requerir procedimientos y medicamentos de mayor costo; por ejemplo, puede activar la enfermedad, lo que implicaría el riesgo de tener que acudir al centro asistencial innecesariamente o hasta tener que someterse a una cirugía”, continuó.
En opinión de la Lic. Luciana Escati Peñaloza, presidenta de la ‘Fundación Más Vida, Crohn & Colitis Ulcerosa’, “este imprevisto contexto para todos ha evidenciado la necesidad de estrechar el vínculo médico/paciente, poniendo de manifiesto la importancia del diálogo y control continuo de las enfermedades crónicas y complejas como lo es la EII. Enfatizar el conocimiento del auto-cuidado y las decisiones compartidas de modo informado hace que en estos contextos adversos el paciente cuente con herramientas que le permitan minimizar los riesgos, siempre de la mano del asesoramiento de su médico tratante”.
“En este Día Mundial, desde Takeda buscamos poner al paciente en primer lugar y acompañamos especialmente a aquellos que conviven con alguna EII. La conmemoración es una buena oportunidad para concientizar acerca de estas condiciones y bregar para que más personas puedan controlar su enfermedad y tener una mejor calidad de vida. Desde Takeda, estamos comprometidos en mantener la continuidad del suministro de medicamentos a pesar de la pandemia”, destacó Gastón Domíngues Caetano, Head de Takeda para Cono Sur.
En cuanto a por qué se desarrolla la EII, se sabe que hay varios factores que influyen: predisposición genética, inadecuado funcionamiento del sistema inmune, alteración de la barrera (epitelio) del intestino y factores ambientales. Aunque todavía no se conocen con precisión las causas de estas condiciones, algunas sustancias relacionadas con la industrialización podrían actuar como gatillos del sistema inmunológico. La ‘barrera’ del intestino, formada por una capa de células (epitelio), debería proteger al organismo del acceso de agentes agresores ubicados en el tracto intestinal. Si la permeabilidad aumenta, se desencadenará una estimulación exagerada del sistema inmunológico, posiblemente generada por productos de la microbiota (los microorganismos que habitan el intestino), componentes de los alimentos, productos químicos industriales, contaminación ambiental o tabaquismo, dependiendo del tipo de enfermedad. Todos estos factores pueden interactuar entre sí.
“Hasta el momento, no hay registrados pacientes argentinos con EII que hayan contraído COVID-19. Sin embargo, algunos pacientes están angustiados, pero de las comunicaciones con ellos surge que están extremando los cuidados y están informados. Lo que nos debería quedar de esta gran desventura que estamos viviendo, es cómo lograr que después de esta pandemia, en cada día de las EII, podamos afirmar que los pacientes viven mejor y quizás, en gran parte, usando métodos que deberíamos haber implementado antes de que la pandemia ocurriera”, explicó la Dra. Alicia Sambuelli.
“La EII no sólo afecta a los países desarrollados, como se creía hace algunas décadas, sino que cada vez aumenta más la prevalencia en países en vías de desarrollo a medida que progresa la industrialización. Por eso, es central tener una política preventiva, ya que, en algunos casos con recomendaciones simples, como escuchar adecuadamente al paciente para diagnosticarlas precozmente y no suspender las terapias, se podrían evitar complicaciones como la necesidad de someterse a cirugías”, insistió la Dra. Sambuelli.
Entre otros, los pacientes pueden presentar una gran variedad de síntomas como diarrea, pérdida de peso, cansancio, fiebre o febrícula, sangrado rectal, dolor abdominal, obstrucción intestinal y fístulas (que son como “grietas” que generan comunicaciones anormales con otros órganos.
Por otra parte, este grupo de enfermedades puede asociarse con otras manifestaciones autoinmunes, como artritis o dolor articular, lesiones en la piel, ojos, hígado o tromboembólicas, entre otras. Estas tienen un impacto en la calidad de vida de los pacientes, ya que implican dolores, consultas, cirugías, hospitalizaciones y posibles discapacidades. Afortunadamente, muchas de ellas se pueden prevenir o revertir con el control y tratamiento adecuado.
“En ocasiones, si alguien escucha el término ‘enfermedad inflamatoria Intestinal’ supone que se trata de una simple inflamación o exceso de gases, o que es similar al síndrome de intestino irritable. En realidad, no se trata de una enfermedad funcional, sino orgánica, con lesiones estructurales que se evidencian con estudios como endoscopías, biopsias o estudios por imágenes”, detalló la Dra. Alicia Sambuelli.
A nivel mundial, se estima que unos 6 millones de personas viven con EII. Si bien no se conoce la cifra exacta de afectados en nuestro país, de acuerdo a ciertas estadísticas internacionales se cree que habría más de 20 mil pacientes.
En la gran mayoría de los casos, la enfermedad comienza a manifestarse en la segunda, tercera o cuarta década de la vida, que corresponde a una etapa de capacitación, inserción en el mundo laboral y es cuando se suele formar una familia.
Existen diversas alternativas terapéuticas para los pacientes, dependiendo del tipo de enfermedad, la severidad, el pronóstico y las comorbilidades, entre otros factores. Para cada persona que convive con alguna EII, es muy importante acceder al diagnóstico y tratamiento indicados para recuperar su calidad de vida.
“Desde la Fundación Mas Vida de Crohn & Colitis Ulcerosa impulsamos un mayor conocimiento sobre las diversas perspectivas de las personas con Enfermedad de Crohn, Colitis Ulcerosa y Colitis Indeterminada con el propósito de sensibilizar al ámbito socio-sanitario y propiciar oportunidades de mejoras sobre la atención de condiciones crónicas que en ocasiones revisten gravedad si no son atendidas de modo adecuado”, concluyó la Lic. Escati Peñaloza.