Con el tercer lugar en número de casos de COVID-19 en el mundo, el panorama actual de Brasil es sombrío; sin embargo, no estamos obligados a mantener este rumbo.
De hecho, tenemos la obligación de cambiar de rumbo antes de que la pandemia se lleve miles de vidas brasileñas más.
A continuación, un breve recuento de cómo hemos llegado a este punto y de lo que hay que hacer para poner al país en el camino de la recuperación y ayudar a reducir el impacto entre los países latinoamericanos.
En Brasil, el número de víctimas de la pandemia asciende a más de 10,5 millones de casos y casi 260 mil muertos. En un país de 212 millones, con un sector de salud robusto, un amplio Sistema Único de Salud (SUS) y una vasta experiencia en la realización de campañas de vacunación a nivel nacional, la situación actual del SARS-CoV-2 es simplemente incomprensible e inaceptable.
Las negociaciones con las empresas farmaceúticas, para obtener vacunas y otros suministros se retrasaron demasiado, ya que, hasta la fecha, Brasil está lejos de garantizar vacunas suficientes para toda la población. Además, los mensajes incoherentes y contradictorios solo han servido para confundir a la comunidad y empeorar la situación.
Brasil solo se ha logrado acceder a 14,7 millones de dosis de vacunas, para vacunar a menos del 4% de su población. Gracias a los institutos de investigación nacionales Butantan y Fiocruz, quienes importaron 8 millones de vacunas de China e India. Y quienes pese a la gran capacidad de producción farmaceútica que tiene el país, solo se han logrado manufacturar localmente 6,7 millones, debido a los multiples obstáculos impuestos para las importaciones del ingrediente farmacéutico activo (IFA).
Como resultado de las demoras y decisiones que iban en contra de las buenas prácticas de salud pública, Brasil perdió el acceso a lo que habría ascendido a alrededor de 316 millones de dosis de vacunas combinadas entre las cantidades ofrecidas por COVAX y Pfizer, lo suficiente para vacunar aproximadamente al 78% de la población del país. Esto habría dado a los institutos Butantan y Fiocruz, suficiente tiempo para producir el resto de las vacunas para cubrir a toda la población.
Al borde del colapso bajo la presión de millones de pacientes críticamente enfermos, el sistema de salud tiene que lidiar con la escasez de oxígeno, la falta de camas en los hospitales, los trabajadores de primera línea agotados o enfermos y nuevos picos de infección, esta vez con una nueva variante de SARS-CoV-2 (P-1), que surgió recientemente en la ciudad de Manaos, Amazonas.
Es imperativo que los esfuerzos de vacunación se aceleren y se orienten estratégicamente en primer lugar a las comunidades más afectadas. Nuestra única posibilidad de superar y contrarrestar el peligro de las nuevas variantes del SARS-CoV-2 es vacunar al mayor número de personas en el menor período de tiempo posible.
Teniendo en cuenta el suministro limitado de vacunas y el comportamiento ondulante de la pandemia por COVID-19 en diferentes comunidades, las decisiones sobre a quién vacunar, incluido dónde y cuándo, deben ser informadas y dirigidas por epidemiólogos, inmunólogos, expertos en enfermedades infecciosas y equipos técnicos del Programa Nacional de Vacunación. Hasta que el suministro de vacunas alcance la demanda nacional, distribuir las dosis disponibles en cantidades demasiado pequeñas, por todo el país, no es tan eficaz como sería concentrarse en puntos geográficos críticos como Manaos y poblaciones prioritarias como los trabajadores de la salud de primera línea y los ancianos.
La comunidad internacional debemos unirnos para hacer un llamado urgente a los líderes de Brasil para que hagan todo lo que esté a su alcance para garantizar que el país tenga suficientes vacunas para toda la población - esto significa estar dispuesto a negociar, colaborar y comprometerse con socios internacionales e iniciativas globales como COVAX, al mismo tiempo que aumentar las inversiones de capital y recursos humanos para incrementar la capacidad de producción nacional de vacunas.
Sin embargo, las vacunas por sí solas no serán la panacea para COVID-19. Suponiendo que Brasil obtenga suficientes cantidades de vacuna para toda la población en los próximos meses, dado el tamaño y la lejanía de algunas poblaciones del país, tomará un tiempo considerable vacunar a una proporción de habitantes, lo suficientemente alta para controlar el COVID-19. La campaña de vacunación apenas ha comenzado, y cada vez está más claro que existe el riesgo de que las nuevas cepas de coronavirus eludan los anticuerpos producidos por las vacunas actuales reduciendo su efectividad.
Por lo tanto, además de desarrollar una sólida campaña de vacunación, es urgente una campaña nacional de prevención del SARS CoV2, que reuna esfuerzos de los tres niveles de gobierno federal, estatal y municipal, del Sistema Único de Salud. En donde los gobiernos se comprometan a alentar, promover y exigir el cumplimiento de las medidas de prevención y control de nuevos contagios, basadas en la evidencia científicas. El uso constante y universal y correcto de mascarillas, sigue siendo absolutamente esencial para detener la propagación de COVID-19, sobre todo porque es lo más efectivo e inmediato que las personas pueden acceder por sí mismas para protegerse y proteger a quienes las rodean. Así como la higiene de manos con agua y jabón o alcohol en gel y el distanciamiento social evitando aglomeraciones. En conjunto, estos esfuerzos de prevención, junto con la orientación sobre diagnóstico, tratamiento y vacunación, deben estandarizarse bajo el mando de un grupo de trabajo nacional.
Lamentablemente, hasta ahora no existe un medicamento efectivo contra el virus SARS CoV2, ni una “píldora mágica” para la COVID-19, y el pensamiento mágico no hará que la pandemia desaparezca. Todo en lo que podemos confiar, es en nuestra determinación de enfrentar la terrible verdad del momento, y comprometernos con la lucha larga y difícil que tenemos por delante, utilizando las herramientas basadas en evidencia con las que contamos, es decir, compasión por nuestros semejantes, medidas de prevención y control de infecciones, vacunas y confianza en la ciencia.