Según la Organización Mundial de la Salud, 1.400.000 personas en el mundo no cumplen los requerimientos mínimos de actividad física diaria. América Latina es la región con mayor población inactiva y la Argentina ocupa el tercer lugar en ese preocupante ranking. Al analizar estos datos en función del sexo, se observa que las mujeres son más sedentarias. Esta diferencia responde a cuestiones diversas como factores biológicos, psicológicos, sociales, prejuicios, imposiciones culturales, gustos personales, condiciones interpersonales y falta de recursos económicos y de tiempo, por los distintos roles que cumple la misma a nivel social y/o familiar.
“El sedentarismo, junto a la caída de los estrógenos luego de la menopausia, pueden acelerar la aparición de factores de riesgo cardiovasculares o empeorar los presentes (diabetes, obesidad, colesterol y/o triglicéridos elevados e hipertensión arterial, entre otros). Con una esperanza de vida cada vez mayor, las mujeres pasamos más décadas de nuestra existencia con déficit de esta hormona y experimentamos problemas de salud. Por esa razón, la enfermedad cardiovascular causa más muertes en el sexo femenino que todos los tipos de cáncer juntos. Sin embargo, solemos realizarnos chequeos oncológicos preventivos, pero menos de la mitad de nosotras visita al cardiólogo y reconoce que la enfermedad cardiovascular es la mayor amenaza para su salud”, afirmó la Dra. Verónica Lía Crosa, médica cardióloga, Directora del Área Corazón y Mujer de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC).
En este sentido, durante el 49° Congreso Argentino de Cardiología (SAC 23), se recordó que la Sociedad Argentina de Cardiología, a través del Área Corazón y Mujer, ha presentado un proyecto de ley para designar un día nacional de concientización de la enfermedad cardiovascular en la mujer, con miras a generar conciencia sobre esta realidad.
“Implementar estrategias de educación y concientización en la población femenina debe ser una herramienta para promover cambios en el estilo de vida desde edades tempranas y sostenerlo en cada etapa del desarrollo de la mujer. Se debe enfatizar en elegir buenos hábitos alimentarios y estimular la práctica diaria de ejercicio físico, principalmente de resistencia cardiovascular de tipo aeróbico (como caminar, correr, bailar, patinar, nadar) asociado a trabajos de fuerza muscular (clases de fitness grupal, Pilates, entrenamiento funcional y levantamiento de pesas, entre otros)”, describió la Dra. Ivana Paz, médica especialista en Cardiología y Medicina del Deporte, Secretaria Científica del Consejo de Cardiología del Ejercicio de la SAC.
La combinación de dichos estímulos favorece el metabolismo de la glucosa (prevención de diabetes) y de las grasas como el colesterol y los triglicéridos (menor predisposición a desarrollar oclusiones arteriales), mejora la composición corporal (menos grasa abdominal), favorece la vasodilatación de las arterias (registros más bajos de tensión arterial), disminuye el riesgo de formación de coágulos (trombosis), mejora la autoestima, disminuye el estrés y el riesgo de depresión y también mejora la función y la capacidad cardiovascular, además del nivel de aptitud física en general. El efecto positivo de los beneficios mencionados, a lo largo de los años, tendrá impacto en la calidad de vida y en un menor riesgo de mortalidad en edades avanzadas.
Como cada mujer presenta ciclos biológicos únicos, antes de iniciar un plan de ejercicios formal es recomendable realizar un examen completo de salud que incluya una evaluación cardiológica y luego acudir a un especialista en entrenamiento físico, ya sea en el área de salud, fitness o deportes, para que diseñe un plan de ejercicios adecuado, dosificado e individualizado en función de los objetivos planificados.
Con respecto a la actividad física durante el embarazo, el ejercicio físico ha demostrado numerosos beneficios a lo largo de los diferentes periodos de la vida de la mujer, incluidos el embarazo y el puerperio.
“Durante la gestación, el ejercicio regular muestra efectos positivos para la mujer embarazada sin riesgos para el bebé. Estos incluyen, entre otros, la prevención del dolor lumbar musculoesquelético, presente en más del 60% de las embarazadas, y el fortalecimiento del piso muscular pélvico. También, ayuda a limitar el aumento excesivo de peso y tiene un efecto beneficioso sobre el perfil cardiometabólico con menor incidencia de diabetes gestacional y un mejor control glucémico en las mujeres que ya tenían diabetes desde antes del embarazo”, consignó la Dra. Crosa.
El beneficio se expresa también en la menor ocurrencia de trastornos hipertensivos del embarazo y de preeclampsia y, además, la actividad física tiene un efecto positivo en la salud psicológica de las mujeres embarazadas, ya que favorece la tolerancia a los cambios físicos que ocurren durante dicho período. Una vez finalizado el embarazo, la movilización precoz y el ejercicio regular disminuyen las tasas de trombosis venosa profunda, favorecen la recuperación física postparto y el retorno al peso pregestacional.
Por estos motivos, las sociedades científicas de ginecología y obstetricia coinciden en cuanto al beneficio de prescribir ejercicio regular durante el embarazo. En las mujeres que ya estaban en un plan de ejercicios, no está indicada la suspensión o interrupción. En aquellas que son sedentarias o presentan obesidad, la progresión del esfuerzo físico deberá ser gradual. A partir de la semana 13, el ejercicio regular de intensidad moderada en lapsos 20 a 30 minutos diarios puede prescribirse con seguridad, ya que luego de este período disminuye la tasa de pérdida gestacional (aborto). La intensidad del ejercicio se gradúa por la escala de esfuerzo percibido (Borg) o la prueba del habla (la intensidad debe permitir sostener una conversación). Es importante una adecuada hidratación y evitar la exposición al calor excesivo. Con ejercicios submáximos hay evidencias de aumento de la frecuencia cardiaca y reactividad fetal como indicadores de una adecuada vitalidad.
“Se prefiere el ejercicio en posición sentada o acostada, en particular en embarazos avanzados. La bicicleta fija es segura, pero deben evitarse los deportes de contacto, la equitación, el buceo, el esquí alpino, el paracaidismo, el salto y los deportes en equipo. Está indicado interrumpir el ejercicio ante la aparición de síntomas como mareos, falta de aire, dolor de pecho, contracciones intensas, pérdida de líquido amniótico o sangre y disminución de los movimientos fetales”, señaló la Dra. Paz.
“Debe evitarse el levantamiento de peso, en trabajadoras cuya actividad laboral implica levantar peso se ha mostrado que no sólo cabe considerar el peso neto sino también la trayectoria de la carga a levantar, la posición y la distancia respecto del cuerpo: los ejercicios de flexión del tronco aumentan la presión intra abdominal, y levantar cargas mayores a 20 kg más de 10 veces al día se ha asociado con mayor riesgo de parto prematuro y aborto”, completó la Dra. Crosa.
En síntesis, los especialistas convocados en la reunión científica coincidieron en que el ejercicio regular tiene importantes beneficios para la salud cardiovascular de la mujer a lo largo de todas las etapas de la vida, incluso en el embarazo. ‘Los profesionales de la salud que asisten a mujeres deben prescribir e incentivar a la mujer para que inicie, sostenga y priorice espacios de actividad física cotidiana con miras a disminuir la enfermedad cardiovascular’, concluyeron.