En el marco del Día Mundial del ACV (Accidente Cerebrovascular), que se conmemora este 29 de octubre, los especialistas destacaron la importancia de su prevención y diagnóstico temprano
, ya que constituye la segunda causa de muerte y la primera causa de discapacidad transitoria o permanente en un tercio de aquellas personas que lo sufren. En efecto, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año en el mundo 15 millones de personas sufren un ACV, de los cuales un tercio fallece y un tercio quedará con discapacidades permanentes, lo que supone una carga para el individuo, para la familia y para la comunidad.
Ante el diagnóstico de un ACV, se establecen 3 instancias de evaluación: la híperaguda, que comprende las primeras 6 horas del ACV, en la cual los objetivos son estabilizar al individuo y establecer si es un ACV hemorrágico o isquémico. La segunda etapa incluye evaluar las alimentación y nutrición del paciente, completar los estudios para determinar el mecanismo fisiopatológico, e implementar el tratamiento de prevención secundaria y planificar la rehabilitación. Mientras que en la tercera etapa -subaguda a crónica- los objetivos están centrados en la recuperación de los distintos tipos de discapacidad (lenguaje, motora y de deglución) y en ella es importante mantener una nutrición adecuada para que el paciente pueda responder mejor a la rehabilitación.
Particularmente, una de las condiciones a veces desatendidas es la disfagia, un trastorno deglutorio que consiste en la imposibilidad de transportar alimentos sólidos o líquidos y también la saliva desde la boca al estómago. La prevalencia de disfagia en el ACV agudo reportada es del 50% por interrogatorio y si bien la mayoría de estos pacientes recuperan la función de la deglución en el plazo de 7 días, entre el 11 y el 13% siguen presentando disfagia a los 6 meses. Si bien es una situación muy asociada a cuadros como el ACV, se presenta también en una serie de enfermedades de origen neurológico o degenerativo, como por ejemplo en un número significativo de casos de Parkinson, Alzheimer o Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA).
“Desde el punto de vista nutricional, se debe de atender al paciente con disfagia e ir más allá, entender si tiene algún grado de malnutrición para revertir esa situación y valorar o evitar que desarrolle grados de deshidratación. Teniendo en cuenta que entre un 48 y un 51 % de los pacientes con disfagia sufre aspiraciones durante la ingesta y está mal nutrido, y que 3 de cada 4 pacientes experimentan deshidratación, se hace necesaria una respuesta desde la nutrición clínica para el abordaje de ambas condiciones. La malnutrición causada por cualquier entidad aumenta la tasa de discapacidad, la morbimortalidad, los costos de salud y la estancia hospitalaria”, afirmó la Lic. en Nutrición Silvia Patricia Jereb, ex presidenta de la Asociación Argentina de Dietistas y Nutricionistas Dietistas (AADyND).
La edad y la localización del ACV se asocian a un mayor riesgo de disfagia y ésta afecta la calidad de vida del paciente. Sólo el 45% de las personas con disfagia se sienten cómodas con la alimentación y el 41% experimenta ansiedad o pánico durante la ingesta. La disfagia suele coexistir con la desnutrición y deshidratación después del ACV y los pacientes que persisten por más de 7 días con disfagia tienen mayor riesgo de desnutrición.
A partir de la evaluación del estado nutricional del individuo es posible reducir el impacto negativo que la desnutrición tiene sobre la aparición de las complicaciones, la hospitalización prolongada, los resultados funcionales y la mortalidad(4,6,7,8). Un estudio llevado a cabo en pacientes luego de un ACV mostró que el 57% perdió peso entre la semana 1 y los 6 meses posteriores al episodio, y el 22% estaba desnutrido a los 6 meses(4,9).
“Por eso es tan importante realizar dicha evaluación en las distintas etapas por las que suele transitar una persona luego de un ACV. Si bien existen numerosas herramientas de screening nutricional, no se ha desarrollado ninguna específica para pacientes con ACV; pero es claro que, como en todo paciente, la evaluación se debe de realizar en las primeras 48 hs y volver a evaluarlo a la semana. Los resultados de este tamizaje sirven para tomar acciones, como por ejemplo una interconsulta con un nutricionista, ampliar la evaluación nutricional y el registro de ingesta e hidratación, entre otras”, sostuvo la Lic. Jereb, quien también se desempeñó en el pasado como jefa del Departamento de Alimentación del Hospital ‘Prof. Alejandro Posadas’.
La malnutrición en los pacientes con ACV suele ser el resultado de la ingesta insuficiente de alimentos por problemas para tragar o por anorexia. Por otra parte, los afectados tienen generalmente mayores necesidades nutricionales debido a la enfermedad subyacente, situación que determina requerimientos nutricionales aumentados y grandes dificultades para cubrirlos por baja ingesta(10,11).
Una de las principales estrategias nutricionales para alcanzar las consistencias necesarias y cumplir con los objetivos de la dieta es incorporar suplementos espesantes que contribuyen a obtener un grado de espesamiento y cambio de consistencia en las preparaciones. Particularmente, uno desarrollado a base de gomas (específicamente, de la llamada ‘goma xantana’) demostró alcanzar un mayor espesamiento sin modificar el color, olor y apariencia del líquido al cual se lo agrega, sin alterar las características organolépticas del preparado y con una mejor disolución. Estos agentes se suman a las estrategias que utilizan los especialistas para mejorar la nutrición de los pacientes.
“Esta innovación nos proporciona una mayor seguridad durante el proceso de deglución y además permite un espesamiento más rápido, de mayor estabilidad a lo largo del tiempo y que genera en el individuo una menor saciedad, permitiendo aumentar la cantidad de la ingesta. Todo esto con el objetivo de dotar al paciente con secuelas de un ACV de las mejores condiciones posibles para acompañar su rehabilitación”, concluyó la Lic. Jereb.