La especie es un emblema del noroeste argentino. A pesar de ser Monumento Natural Nacional, está en peligro de extinción.
El avance de la frontera agrícola, los incendios intencionales y la fragilidad de las condiciones de su hábitat atentan contra el estado de su población.
La taruca (Hippocamelu santisensis), también conocida como venado andino o huemul del norte, es una especie emblemática del noroeste argentino. Tanto es así que su nombre deriva del aimara y del quechua: aunque no sean lenguas relacionadas, en ambas significa ‘venado’. El nombre científico genérico significa ‘caballo-camello’, porque al describirlo por primera vez se dudaba de su ubicación taxonómica. Es uno de los valores de conservación más importantes de los lugares que habita, ya que es uno de los venados más grandes del país.
Huidizo, tímido y arisco por naturaleza, este ungulado sudamericano se mueve en grupos familiares de hasta 15 individuos y tiene como característica que cada uno de esos grupos es liderado por una hembra. A los machos se los puede reconocer con facilidad, ya que su cara presenta una marca oscura, habitualmente negra, muy distintiva en forma de Y.
La taruca habita en zonas de roquedales mezclados con pastizales de puna, en los pisos superiores de las sierras y algunos ambientes de prepuna. Las características de su hábitat son muy específicas y, aunque se han registrado tarucas entre los 1.900 y 5.000 m.s.n.m., en general vive en lugares a más de 3.000 m.s.n.m.
Si bien la taruca está presente en distintos puntos de Sudamérica (como Perú, Bolivia y norte de Chile), en la provincia de La Rioja, más precisamente en el valle de Famatina, la distribución de la taruca llega a su punto más austral. Esto hace que la población argentina de esta especie sea más susceptible y, por tanto, sus esfuerzos de conservación más necesarios.
Aunque es un Monumento Natural Nacional desde 1996 –máxima categoría de conservación-, está categorizada como especie En Peligro (EN), según la categorización de los Mamíferos de Argentina (https://cma.sarem.org.ar/) M. Su población es incierta, ya que no existen estudios precisos de abundancia poblacional de la especie, aunque se estima que ronda entre 1.900 a 3.000 individuos. Está dividida en poblaciones separadas por la discontinuidad paisajística, ya que los requerimientos de hábitat de la taruca están espaciados en el territorio.
Sin embargo, a pesar de esta dificultad natural, la principal amenaza para su conservación es la expansión de la frontera agrícola-ganadera, con la consecuente destrucción de su hábitat óptimo por pisoteo, sobrepastoreo y también por los incendios intencionales con el objetivo de mejorar las pasturas para el ganado que arrasan grandes áreas de pastizales naturales, además del acecho permanente de la caza ilegal (prohibida en todo el territorio nacional), que se suma al crecimiento de poblados humanos, el desarrollo de infraestructura lineal y la minería. Todas estas actividades incrementan el riesgo de extinción de la especie al modificar las delicadas condiciones que requiere la taruca para encontrar su hábitat.
Por el peligro en el que se encuentra la especie, es fundamental el cuidado de los pocos lugares en los que habita, como las Sierras de Famatina y las Sierras del Velasco. Un gran paso para garantizar esta protección sería la creación de Áreas Naturales Protegidas (ANPs) en las áreas donde se encuentran las poblaciones de la taruca. Además, esto permitiría incrementar y mejorar la información que se tiene sobre la especie. En la actualidad, son pocos los grupos de investigadores que trabajan sobre esta especie, sumado a que esos grupos no están articulados entre sí. Gran parte de la poca información que existe surge de relevamientos realizados en las propias APNs, donde se puede relevar y controlar las poblaciones de tarucas. Ampliar los esfuerzos de conservación de estos territorios es ampliar también los esfuerzos de protección y posibilidades de investigación de una especie icónica para el país que se encuentra en peligro.
Monumento y billete
En el año 1996, la taruca fue declarada como Monumento Natural Nacional mediante la Ley Nº 24.706, que le otorgó la máxima categoría de conservación a nivel nacional. Jujuy también la declaró Monumento Natural Provincial y la CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres) la incluye en su Apéndice 1, donde están reunidas las especies en peligro de extinción a nivel mundial.